¿Cómo uso el miso en mi día a día?
Ahora que llevar una alimentación basada en alimentos de origen vegetal y ecológicos está cobrando más y más importancia, no sólo por nuestra salud sino por la del planeta, seguir una dieta macrobiótica tiene, si cabe, aún más sentido.
La macrobiótica es el arte de vivir en armonía con el orden natural de nuestro entorno. La elección de lo que comemos tiene un impacto enorme tanto en el medio ambiente como en nuestro organismo. Somos parte de la naturaleza y en la medida que cuidamos de nosotros mismos, cuidamos de nuestro planeta.
Comer de forma equilibrada desarrolla nuestra habilidad para adaptarnos a los diferentes climas y condiciones personales, respetando además la sostenibilidad de nuestros campos.
Una dieta macrobiótica apoya la alimentación estacional, local y variada, utilizando métodos de agricultura natural, y seleccionando productos ecológicos y equilibrados que estén en armonía con las necesidades de nuestro cuerpo en cada momento.
Basada en el consumo de cereales integrales variados como arroz, cebada, mijo, trigo sarraceno, avena… legumbres de todo tipo: garbanzos, lentejas, alubias, azukis… verduras y frutas de estación, frutos secos y semillas, y pequeñas cantidades de algas... la alimentación macrobiótica, incluye a diario alimentos fermentados que favorecen la digestión y ayudan a mejorar la salud intestinal tan resentida hoy en día.
El miso, es una de las joyas de la macrobiótica. Elaborado tradicionalmente a partir de la fermentación de la soja o la combinación de ésta con algún cereal, se puede preparar con otras legumbres como el garbanzo.
Entre sus muchas propiedades, destacan:
·Su alto contenido enzimático: el proceso de fermentación favorece el desarrollo de enzimas digestivas que facilitarán la digestión y asimilación de nutrientes.
·Fuente de probióticos: durante la fermentación se producen lactobacilos que repoblarán nuestra flora intestinal, ayudando a mejorar nuestras defensas.
· Altamente alcalinizante: favorece la depuración de nuestro organismo y contrarresta la acidez producida por el consumo de alimentos de origen animal y procesados.
·Gran detoxificante: El miso ayuda a eliminar metales pesados y elementos radiactivos del cuerpo.
·Fuente de proteínas: su contenido en proteínas llega hasta un 20% en algunos misos.
·Vitalidad: gracias a su efecto alcalinizante y a su aporte de carbohidratos nos ayuda a mantener unos niveles de energía estables.
Tipos de miso más utilizados:
Existe una gran variedad de misos en el mercado. A la hora de elegir, da preferencia a que no esté pasteurizado, de ese modo tendrá más enzimas y bacterias vivas. El color del miso nos dará pistas sobre su sabor. Cuanto más oscuro más intenso y salado será. Recomendamos a los que se están iniciando en el mundo de los misos que empiecen a consumir los más suaves (el miso de garbanzos y el genmai miso o miso de arroz) para habituarse a su potente sabor. A continuación, encontrarás los misos clasificados de más intenso a menos.
Es muy importante también que no utilice potenciadores de sabor ni azúcar.
Hatcho miso: Se elabora únicamente con soja. De sabor más intenso que los demás, tiene una fermentación larga de 24 a 30 meses y es el de mayor contenido en proteínas.
Interesante para personas débiles y en periodos de convalecencia, es apto para celiacos y especialmente recomendado en invierno.
Mugi miso o miso de cebada. Elaborado con una combinación de soja y cebada, su proceso de fermentación es algo menor que el anterior. De sabor ligeramente salado, es altamente reconstituyente.
Genmai miso o miso de arroz. Preparado con soja y arroz integral, tiene una fermentación de alrededor de 1 año.
Su uso en aliños aporta un delicado sabor salado que ayuda también a equilibrar purés elaborados con verduras dulces. Al no contener gluten es también apto para celiacos.
Miso de garbanzos. No contiene soja, su elaboración es a base de garbanzos y arroz. Este nuevo está elaborado con un 47% de garbanzos ecológicos, arroz fermentado y sal marina. Es el más suave de todos y apto para principiantes. Con él puedes elaborar ricas cremas frías.
Shiro miso: Elaborado con soja y arroz blanco. Tiene una fermentación inferior a los dos meses, lo que le confiere un sabor ligeramente dulce.
Es ideal para la elaboración de salsas y para niños y personas que no gustan de sabores salados. Se utiliza en la elaboración de postres para ayudar a equilibrar el dulzor.
Cocinando con miso:
Probablemente la sopa de miso sea la receta más conocida de este maravilloso ingrediente.
Para prepararla, puedes simplemente añadir 1 cucharadita de postre por taza de sopa al final de la cocción de tu sopa de verduras.
Es conveniente diluir el miso en una tacita con una pequeña cantidad del líquido de la cocción antes de añadirlo a la cazuela. Una vez incorporado a la sopa, evita que hierva para preservar mejor sus propiedades enzimáticas.
La sopa de miso clásica incluye también alga wakame, que aumentará el aporte de minerales. 1 cm de alga por persona será suficiente para ayudarnos también a detoxificar.
Puedes incorporar miso en la preparación de quesos veganos, postres, salsas y purés. Elige el más adecuado a la intensidad de sabor que quieras aportar, en cualquier caso, ayudará a equilibrar elaboraciones dulces y potenciará el sabor de preparaciones neutras.
Su uso en aliños es mucho más interesante que la sal cruda, además dará cremosidad a la vinagreta aportando dulzor si utilizas los misos de corta fermentación.
Puedes preparar un aliño para toda la semana y guardarlo en un tarro de cristal en el frigorífico.
Te dejo uno de mis preferidos, ¡qué lo disfrutes!
Artículo escrito por Isabel Moreno.