4 pequeños tesoros de la alimentación macrobiótica
La alimentación macrobiótica se basa en el consumo de alimentos integrales y orgánicos, nutricional y energéticamente equilibrados, y que estén en armonía con nuestro entorno.
Seguro que conoces la importancia del consumo de cereales integrales, legumbres, así como de frutas y verduras de temporada. Pero además, utilizamos algunos alimentos, que incluso en pequeñas cantidades, contribuyen enormemente a mejorar y mantener nuestra salud y bienestar.
Te presentamos algunos, que encontrarás siempre, en una dieta macrobiótica equilibrada:
1. Miso
El miso, es quizás, el alimento más conocido de la alimentación macrobiótica. Su fama y popularidad son bien merecidas; no sólo por su sabor, sino también por sus múltiples propiedades.
Uno de los principales beneficios de introducir el miso en nuestra dieta diaria es su gran contenido en enzimas, que ayudan a mejorar la digestión y la asimilación de nutrientes.
El miso es además, un alimento altamente alcalinizante, el cual favorece la depuración de la sangre y ayuda a eliminar el exceso de contaminación y metales pesados de nuestro organismo.
Gracias a su aporte de enzimas contribuye también a mejorar la flora intestinal. Y su contenido en proteínas llega hasta un 20%.
El miso que habitualmente consumimos, es un producto obtenido de la fermentación de la soja o de la combinación de ésta con algún cereal. Sin embargo, podríamos elaborar miso de cualquier legumbre o cereal, simplemente habría que someterlo al mismo proceso de fermentación con koji y esperar pacientemente unos meses hasta que el producto esté preparado.
Afortunadamente, puedes encontrar en tu herbolario habitual, una variada selección de misos, listos para cocinar!
¿Qué variedades existen?
Quizás, el más utilizado sea el mugi miso o miso de cebada. Elaborado con una combinación de soja y cebada, con él se prepara la conocida sopa de miso. Tiene un sabor ligeramente salado y es altamente reconstituyente. Para la elaboración de la sopa de miso, debemos añadir este ingrediente al final de la cocción, evitando que hierva, para preservar mejor sus propiedades enzimáticas.
El hatcho miso, está elaborado exclusivamente con soja. Su sabor es más intenso y es el más concentrado. Se utiliza con más frecuencia en invierno y para personas más debilitadas o en periodos de convalecencia.
El genmai miso o miso de arroz integral, es el más suave de todos. Preparado con soja y arroz integral, su sabor puede incluso resultar ligeramente dulce. Es ideal para la preparación de aliños para ensaladas y para equilibrar los purés de verduras dulces. Aportará un sabor salado muy sutil, sin enmascarar el del alimento que estés utilizando.
2. Algas
Menos conocidas, las algas, son uno de los alimentos más ricos en minerales y oligoelementos.
Estas verduras de mar, actúan como alcalinizantes de nuestra sangre y tienen un poder desintoxicante muy alto, ayudando a eliminar toxinas y radiaciones de nuestro cuerpo.
También ayudan a eliminar grasas y a disolver mucosidades, contribuyendo así a limpiar nuestro organismo.
Su efecto antiinflamatorio es muy útil para reducir hinchazones y edemas. Y, su alto contenido en minerales como calcio y magnesio, contribuye a reforzar y mantener la salud de nuestro sistema óseo.
Su uso en la cocina resulta muy sencillo y su sabor, utilizado en la cantidad adecuada, llega a pasar casi desapercibido.
Puedes comenzar utilizando algas sencillas como la kombu, que hace más digeribles las legumbres, ayudando a ablandarlas y reduciendo la formación de gases. 1 centímetro de alga por persona, añadida a la cocción, será suficiente para obtener todos sus beneficios.
Otra alga muy fácil de usar es la wakame, la más utilizada para la preparación de la sopa de miso. Es un alga muy blandita que no precisa de mucha cocción. Incluso la puedes consumir cruda en ensalada, solamente hará falta hidratarla en agua unos minutos y estará lista para añadirla a tus ensaladas o salteados de verduras.
3. Fermentados
Los alimentos fermentados son una parte esencial de la alimentación macrobiótica y, aunque en pequeñas cantidades, están presentes en todas las comidas. ¿Quieres saber por qué?
1. Favorecen la función digestiva y la absorción de nutrientes gracias a su gran riqueza enzimática.
2. La cantidad de nutrientes que nos aportan es mayor que sin fermentar.
3. Ayudan a eliminar toxinas y a regenerar la flora intestinal.
4. Mejoran la función del hígado.
Puedes preparar tus propios fermentados en casa, pero si quieres asegurarte de tenerlos siempre a mano, puedes optar por el chucrut o col fermentada. 1 a 2 cucharadas soperas en las comidas serán suficientes para beneficiarte de sus propiedades.
Lo puedes usar cómo guarnición con cualquier plato, queda muy bien añadiéndolo sobre las legumbres o ensaladas, y es ideal para incluirlo en tus bocadillos, ayudará a digerirlos y ¡aportará un extra de sabor!
4. Semillas
Las semillas son otro de los alimentos realmente nutritivos y medicinales que puedes incorporar a tu dieta diaria.
A pesar de su pequeño tamaño, nos aportan una gran cantidad de nutrientes esenciales para nuestra salud. Contienen entre un 20 y 25% de proteínas, un 40-50% de ácidos grasos poliinsaturados, y un 10-20% de hidratos de carbono, además de minerales y oligoelementos.
Su aporte es tan interesante, que no necesitamos tomar grandes cantidades para beneficiarnos de ellas. 2 o 3 cucharadas soperas diarias serán suficientes. Si te acostumbras a consumir varios tipos, te beneficiarás de todas sus propiedades y crearás variedad y sabor en tus platos.
Son especialmente interesantes las semillas de sésamo, por su gran aporte de calcio, 9 veces mayor que el de la leche, y por la lecitina que contienen, interesante para mejorar el rendimiento intelectual. Las de lino, conocidas por sus efectos laxantes, son ricas en ácidos grasos omega 3, así como las de calabaza, que destacan también por su contenido en zinc, esencial para la salud de tu piel y cabello. Las de girasol son especialmente interesantes por su contenido en vitamina E, un potente antioxidante.
Para consumirlas, es mejor tostarlas ligeramente en una sartén sin aceite. Añádelas luego a los cereales del desayuno, sobre ensaladas o en cremas de verduras. Aportarán un toque crujiente a todos tus platos.
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